jueves, 22 de julio de 2010

Conviviendo con ángeles




























Como os decía el último día, cuando menos lo esperas, salta la liebre. Posiblemente en estos momentos me esté tostando bajo cielos marroquinos(como diría mi Pepi), alejada de Internet y todas sus adicciones y, fijaos, he aparecido en vuestro ordenador, sorpresa, sorpresa, con una historia de amor agridulce al principio, finalmente feliz.

Ella fue la sorpresa más grande de mi vida; un salto de liebre de enormes consecuencias. Yo acababa de aprobar mis oposiciones y me estaba adaptando a la vida de profesora en un centro marginal, es decir, estaba al borde de la dimisión, a la vez que estudiaba Hispánicas por la UNED e intentaba disfrutar a tope mi vida de, casi, recién casada(es un decir, ya íbamos para tres años, pero con tanta separación forzosa por nuestros trabajos...como que no cundía). O sea, salía muchísimo, bebía bastante y fumaba más de la cuenta, además de pasar largas tardes tumbada en la cama, sesteando o viendo la tele. La maternidad en ese momento era la última de mis inquietudes. Pero...Algún error de planificación debió de ocurrir, pues si no, no se explica que una tarde de febrero, viendo uno de esos programas del corazón, la noticia de que Pastora Vega estaba embarazada desencadenó en mi mente esta cadena de pensamientos:"Por Dios,si a esa mujer tan mayor le ha pasado eso...a mí...hace ya dos meses que no tengo el período, hubo un conato hace un mes, pero...". Sin pensármelo dos veces, ni decir media palabra, me abalancé a la farmacia en busca del equivalente moderno del Predictor. Diez minutos más tarde la respuesta era inequívoca: positivo. No obstante, volví a la farmacia, a otra un poquillo más lejos y compré otro, con el mismo resultado. Me quedé noqueada, yo, yoooo, pero si soy muy chica (y tenía ya 30 años), y ahora qué hago, ....En esto que llegó mi esposo, al que no había dicho nada porque no quería que me descubriera por teléfono(soy muy transparente). Le enseñé la prueba, se puso muy colorado de la impresión, pero me abrazó llorando de alegría. En ese momento entendí qué todo había pasado para bien, qué esa criatura exigía venir al mundo, a esa casa y a esa familia. Nos había elegido y teníamos que estar a la altura.

El resto del embarazo (daos cuenta de que quedaban menos de siete meses) transcurrió bastante plácidamente, hubo algún sustillo por alguna analítica que se traspapeló, pero nada relevante. Ni vomitaba, ni me fatigaba, ni se me hinchaban las piernas..para creerme de verdad que iba a ser mamá me compraba todos los libros y revistas que encontraba sobre el tema, hice toda la preparación al parto, me dedicaba largas horas a la ensoñación y a acariciarme la barriga, esperaba con anhelo y suspense las ecografías...en la doppler, me pareció ver la carita de mi hermana en la suya, la de mi hermana cuando era bebé, y así la soñaba yo, rubita y mofletuda, un bebé de anuncio.

Nada de ésto por supuesto me sirvió para cuando llegó el momento. Me voy a saltar la parte del parto, que no lo fue, fue una cesárea, posiblemente de las que por otros foros llaman "innecesáreas", yo eso nunca lo sabré, pues no hubo explicaciones, ni aclaraciones, ni atención postparto, ni nada de nada. Simplemente diré que no fue bonito, que más bien fue traumático, que me trataron con la misma delicadeza con que hubieran tratado una pieza de jamón cocido, que después me sentía inmensamente vacía, dolorida, agotada...y con una criaturilla, pequeñísima, berreante, a la que no reconocía en la niña de mis fantasías, pues en vez de redondita, rubia y sonrosada era muy delgadita, peludita, con rasgos levemente asiáticos...Nunca olvidaré lo primero que dijo mi suegro, "pero si es una coreana...". No me podía mover en 24 horas, no me subía la leche, y horribles enfermeras exigían que le diera el pecho: pero si no la podía coger en brazos, si no me podía incorporar, si tenía los brazos llenos de vías...una que me intentó ayudar, lo que hacía era coger la cabeza de la niña y aplastarla contra mi pecho, de manera que se puso negra porque se iba a asfixiar...Horrible, horrible, de verdad, con aquella interminable sucesión de visitas indiscretas, que se permitían hacer comentarios sobre todo, sin tener ni idea de nada.

Yo me sentía inútil total, no había podido parir a mi hija, y era la primera vez que pasaba esto en mi familia, ahora no podía darle el pecho...me obsesioné con la idea de, por lo menos, intentar darle mi leche en biberón, y aquí empezó otra tortura: no tenía leche, me martirizaba para producirla, sabiendo que, cuánto más me sacara, más saldría. Pero, al principio, nunca era bastante, y la niña , ya pequeñita cuando nació, iba perdiendo peso...Me conformé, entonces, con darle leche de fórmula y mi leche como suplemento...las visitas se fueron espaciando, la pobrecilla empezó a ganar peso...y un mes y medio después, probé a darle de nuevo la teta y...como si lo hubiera hecho toda la vida...tuvimos que crear nuestra intimidad, ganarnos nuestro espacio a solas, aprender a conocernos. Yo al principio me sentía como anestesiada, ella me fue ganando con sus sonrisas, con sus carcajadas, con sus miradas directas a mis ojos. Ése fue el milagro: ella me eligió, decidió que, con todas mis carencias e inexperiencias, le gustaba como mami y me quería. Yo no podía creer que una cosita tan pequeña tuviera tal capacidad de comunicación, tanta empatía, pero era así: mi bebé me reconocía, me daba la razón, me señalaba entre toda la multitud. Me enseñó lo que es ser madre, mamá, mamífera.

Del resto de la historia, sabéis bastante. Me enamoré de mi niña, no fue un flechazo, es cierto, como han sido mis experiencias con los varones. Pero la quise pronto tanto, tanto, que olvidé todo el trauma hospitalario y, en cuanto pude, decidí darle una hermana. No pudo ser, ahora reina entre los varones, mayoría en mi casa y en el resto de la familia. Admiro de ella su dulzura, tanto como su terquedad. Tiene un corazón generoso, es exageradamente desprendida, tanto que esto se convierte en defecto, pues es algo descuidada con las cosas, y perennemente despistada.

Va creciendo, demasiado rápido, es verdad, y adivino en ella ademanes y conductas que copia de mí: como casi toda niña, ella quiere ser como su madre. Temo que, como suele ocurrir, adquiera mis muchas limitaciones queriendo imitar mis virtudes. Quisiera gritarle que no cometa esa tontería, ella ya, aún sin haber cumplido los nueve años, es mucho más grande de lo que yo podré serlo: más valiente, más tierna, más auténtica. Sólo espero de ella que sea siempre como es ahora, con esa capacidad increíble para disfrutar de cada momento, sabiendo que cada día es especial si te empeñas en que lo sea. Que siga descendiendo ríos, subiendo montañas, montando a caballo, cabalgando olas y bicicletas, haciendo bizcochos, comiendo helados y chocolate.....que sus amigas sean siempre las mejores, como lo son ahora: que encuentre y viva el amor y la pasión, cuando llegue el momento y, si es inevitable, que le rompan el corazón, que yo le ayudaré a remendarlo.

Sólo siento que a veces se sienta culpable de mi cansancio y, a veces, mis malas caras: no quiero ese germen de culpabilidad heredada de mí en su pecho, la quiero libre, y fuerte, y sana, y que vuele y me deje, si es necesario, aunque sé que, llegando ese momento, me romperé definitivamente en dos.










































Éste es el regalo que me hizo para el día de la madre, junto con un abanico pintado por ella: una tarjeta en la que estoy yo, de pequeñita, con una muñeca en brazos, y luego con ella, mi muñeca de carne;se me saltaron las lágrimas cuando me lo dio, pues buscó la foto ella solita con cuidado de que hubiera paralelismos entre las dos fotos.



Mi niña, mi amor, sólo puedo dar gracias a la vida por ti, pequeño gran milagro. Afortunada de mí, porque convivo con ángeles.

2 comentarios:

  1. Sin comentarios... y piensa que los hijos, sobre todo cuando son pequeños, son reflejo de sus padres.

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  2. Qué precioso post desde el corazón.
    Cuando nació Rebecca, mi mayor, sentí que nunca jamás estaría sola. Ahora, y eso ya lo comprobarás cuando tu preciosidad crezca aún más, se convertirá en: tu hija grande y sabia, tu hermana, tu madre, tu consejera, amiga; tu yo mejorado y multiplicado por millones.
    Te abrazo

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