martes, 1 de junio de 2010

Una madrugada lluviosa




Todos los días tengo que recorrer trece kilómetros de autovía para llegar a mi lugar de trabajo. Es todos los días el mismo recorrido, accedo a la autovía, subo el puerto de montaña de El Higuerón, y luego me espera una bajada de tres kilómetros que me lleva a Fuengirola, a la izquierda, o a Mijas Costa, a la derecha. Hace un par de semanas, iba con bastante prisa, pues teníamos que llevar a la mayoría de clases del instituto al Teatro adyacente, y sabía que se podía líar parda (manejar quinientos adolescentes entre tres o cuatro no es tarea fácil), cuando me encontré con una intensa retención de tráfico. Anduve maldiciendo unos diez minutos,( suelen haber reparaciones en la carretera a hora punta), hasta que me topé con la causa de todo el "tapón": bajo un puente, entre dos furgones de policía yacía el cuerpo sin vida, ensangrentado, de un hombre de mediana edad, del que sólo vi las piernas que asomaban bajo la cubierta de amianto que ponen a los cadáveres...Fue muy impactante, no me lo esperaba, me trajo al recuerdo otras situaciones parecidas que he vivido, accidentes, varios ya, en mi persona o en otros.
Más tarde me enteré que no había sido un accidente de tráfico, sino un suicidio. No he llegado a saber por qué, pero al parecer, la desesperación hizo que el pobre hombre se arrojara desde lo alto del puente al vacío. El problema es que en este caso el vacío no existe, afortunadamente no ocurrió nada más que trascendiera la muerte de este individuo, pero no pude dejar de recordar la historia que me contó un antiguo alumno mío, cuyo abuelo quedó parapléjico cuando recibió el impacto de otro suicida que se arrojó "al vacío" desde un octavo: una vida que se extinguió destrozando a otra inútilmente. Qué ironía, qué desesperación, pensar que el acto más significativo de una vida pueda ser destrozar a otro en tu muerte...
En el caso que estoy narrando, como ya dije antes, no hubo más consecuencias. Sólo que en el asfalto, casi un mes después, todavía se ven claramente dos manchas de sangre, causadas por el impacto del cuerpo al estrellarse contra el suelo. Cada mañana tengo que pasar por ese mismo lugar, y no puedo dejar de preguntarme, por ejemplo, si serán necesarios días, meses o años para borrar por completo el rastro físico de lo que pasó, si será esa la huella más duradera que ha dejado este hombre de su existencia, qué impulsaría a aquel hombre a quitarse la vida de esa forma, casi en la madrugada de un día lluvioso de primavera, o cuántas madrugadas lluviosas de primavera tendré que conducir mi coche hasta mi destino, que, espero, no sea terminar ensangrentada sobre el asfalto, bajo un puente.


3 comentarios:

  1. Wow Carme, lo primero me encanta la foto de la cabecera- Segundo tu relato impactante me conmueve; aunque se podría decir mucho y también nada sobre este hecho...De lo que estoy segura, y eso sólo tu lo sabes, has sido testigo por alguna razón. Quizás simplemente para poner tu mundo en proporción o para que los demás lo pongamos.
    Un abrazo siempre
    Sacri

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  2. Gracias Sacri, a mí también me gusta pensar que las cosas no pasan por casualidad. Besitos.

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  3. Mamen, hazme el favor y piensa en positivo! El relato está muy bien, y una situación así hace reflexionar, pero la última frase.....sobra.Besitos

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