Uno de los libros que más veces he tenido que leer, analizar y referir en mi vida es Curso de Lingüística General, de Ferdinand de Saussure. A todos mis lectores filólogos sé que les sonará de algo. Es un ensayo póstumo sobre las conferencias que este sabio dio en la Universidad de Ginebra con ese tema, asentar los fundamentos de una teoría del lenguaje. El libro, paradójicamente, ni siquiera lo escribió él: lo redactaron sus alumnos más brillantes reorganizando y reescribiendo los apuntes que habían tomado de sus conferencias. Aparte de iniciar la disciplina lingüística, sirvió de arranque para el estructuralismo, un movimiento de pensamiento que vertebra el siglo XX.
Sinceramente, cada vez que me volvía a encontrar con este texto maldecía a tan dilectos alumnos, no tendrían nada mejor que hacer. Resumiendo mucho, Saussure señalaba que toda lengua es una estructura, un sistema, compuesto por un número limitado de signos, y que el valor, la funcionalidad y el significado de ellos depende de una serie de relaciones y oposiciones, dicotomías, que los signos mantienen entre ellos. La más famosa es la relación que existe entre significante y significado, pero a mí, de siempre, la dicotomía que me resulta más intrigante es la oposición sintagma-paradigma. Sintagma, o relaciones sintagmáticas, son las asociaciones que el signo lingüístico mantiene dentro de la cadena del discurso con los demás signos presentes en él, las otras palabras, o fonemas, o morfemas que le rodean en un momento dado...Paradigma, o relaciones paradigmáticas o asociativas, son las posibles conexiones que un determinado signo establece con todos los demás signos lingüísticos que "podrían" haber ocupado su lugar en la cadena discursiva, por relación de significado, de función, de semejanza fonética....Al crear cualquier tipo de mensaje, de este modo, tomamos un sinnúmero de decisiones, elegimos lo que decimos y pensamos.
Este año llego a una edad "preciosa" , "redonda" y muy significativa, en la que me planteo y replanteo todo lo que he sido, soy y seré. Y me he dado cuenta de que, como un signo lingüístico, como una palabra, mi vida cobra significado, sintagmáticamente, en relación a lo que los demás me dicen que soy, o quieren que sea, busco mi identidad en los reflejos de los espejos. Al mismo tiempo,paradigmáticamente, soy lo que soy porque decidí y decido cada día no ser otra persona: soy modosita y dócil, podría ser rebelde y redicha; soy una buena mamá y una sufrida esposa, porque decido constantemente no liarme la manta a la cabeza y largarme con lo puesto. Me doy cuenta de que me definen tanto los descartes como las elecciones que tomo, y que, en otra dimensión, podría estar viviendo ese otro yo que no se casó, que no aprobó unas oposiciones ni tuvo hijos, que no decidió mantenerse fiel a la imagen de mujer buena y aplicada que, en algún momento, se estableció que fuera. Será una mujer posiblemente alegre y libertina, que viaja por el mundo y vive mil amores, que no teme a los espejos ni mantener miradas líquidas, ni devolver sonrisas excesivas, ni caricias imprevistas. Posiblemente en días tontos como éste sospecha que su vida podría haber sido muy distinta si se hubiera quedado arropada en la dulzura de lo cotidiano, y añora las caras que no besa, y las frases que no calla. Y se nutre y se hace fuerte con todo lo que yo temo y rechazo.
De hecho, la verdad es que empieza a darme miedo esa mujer escondida, creo que está intentando saltar de dimensión y hacerse real en ésta. Quizás ya lo haya hecho. Tal vez utilice un agujero de gusano, tal vez la arrastre hasta aquí una mirada arrebatada. Su fuerza cada vez es mayor, y yo, la que escribe estas líneas, siento que me debilito a medida que termino este párrafo. Hace días que los espejos no me devuelven mi reflejo y las palabras pierden su sentido en el momento en que las nombro.
No te pasa sólo a tí. La vida son contínuas decisiones, elecciones entre diferente opciones. Y sabemos lo que ha pasado al elegir lo que elegimos, y sabemos a dónde llevaba el camino que elegimos, pero nunca sabremos dónde nos llevaba aquél que descartamos o que nos descartó.
ResponderEliminar¡Ah! Y no te comparo con grandes maestras, ¡más quisieran ellas!