Cuando era pequeñita, creía fírmemente que las cosas tenían vida. Mi madre me cedió el cajón de una mesita que tenía en el corredor, para que allí guardara mis pequeños tesoros, y cuál no sería su sorpresa cuando, a los pocos días, descubrió que lo había llenado de papeles de caramelos, cáscaras de pipas, chinitas y semillas de melón y sandía. Se enfadó mucho conmigo, supongo que me llamaría de todo menos bonito (mi madre es muy temperamental), hasta que entendió que yo no hacía aquello por indolente o cochina, sino porque consideraba mis amigas a todas aquellas cosillas insignificantes, recuerdo haber pasado horas hablando con ella.
Esa tendencia a acumular todavía me acompaña. Y esto sí que es un problema, cuando se tiene poco espacio en casa, tres niños pequeños y cierta pasión por los vestidos, bolsos, zapatos, pañuelos,...Por eso entenderéis que hoy, día de limpieza del trastero, ha sido un día de pesadilla para mí. Largas horas vaciando armarios y estanterías, seleccionando y acarreando trastos al contenedor, donde todo desaparece en minutos por arte de ensalmo(cosas de la crisis).
Para alegrarme un poquito el ánimo, me he puesto a reconsiderar la cantidad de objetos que anualmente se van salvando. Algunos llevan conmigo un montón de tiempo, y proceden de los más diversos orígenes. Para muestra un botón:
Este émulo de Charly Brown lleva conmigo desde los 15 o 16 años, me lo regalaron mis amigas del instituto: Eva y Nieves Durán, Tere Carmen, Eva Anglada, Irene... Después de tantos años, últimamente estoy coincidiendo con ellas de nuevo, con algunas vía Facebook, con otras por la calle. Aparte del muñeco, que vive feliz en mi terraza entre cactus y plantas enanas, me quedan recuerdos preciosos; de Eva, admiraba tu desparpajo y simpatía,( y lo guapa que eres) de tu hermana, su gracia y sentido del humor; Tere Carmen, tan trabajadora y constante, y tan ligona; Eva Anglada, simplemente entrañable, tan cariñosa; Irene, de las personas más sinceras, honestas y transparentes que he conocido nunca. Me alegro tanto de haberos vuelto a encontrar!!!
El papiro de Isis y Osiris también me lleva acompañando unos veinte años. Me lo regaló Fran, aquel muchacho tan noble con el que viví quizás los años más tiernos. Donde quiera que esté (creo que en Aracena) le deseo todo lo mejor, como siempre.
Este muñequito de lana me lo hizo mi abuelita paterna Luisa, tendría yo diez o doce años. Dio lugar a una gran familia de muñecos de lana que invadieron toda mi familia materna, pues lo copiaron hasta la saciedad todas mis tías, primas y mi otra abuela. De mi abuela Luisa heredé mi segundo nombre(procuro, en secreto), su afición por contar historias(aunque ella siempre de viva voz) y creo que cierto parecido físico. Hace más de veinte años que se fue al cielo, como ella diría, pero su muñequito me la recuerda casi diariamente.
Estos pendientes no son tan antiguos como parecen, tendrán unos 18 años, y me los regaló el señor Duende de la Hierbabuena, que lo mismo está dando saltos por aquí, así que diré que de él aprendí lo que es la paciencia y a reirme de mí misma y de la vida, y, al cabo, quizás sean las dos enseñanzas más prácticas que he recibido.
Y, finalmente, mi compañero más fiel y antiguo, el que lleva conmigo casi desde que nací. Me lo traje mi papi de Madrid cuando tenía tres meses y no me he separado nunca de él. Ha estado conmigo en : Italia, Inglaterra, Austria, EEUU....hasta que me casé y decidí que ya no me acompañaba en el viaje de novios. El pobre está en las últimas, tiene el tejido todo pasado, ya casi es imposible remendarlo más...pero lo ha medio adoptado mi hija, que es la que le ha puesto los pompones, para taparle agujeros. Se llama Míster Buquito.
Habrá una segunda entrega sobre mis tesoros, pero ese cuento lo contaré otro día.
Siempre entrañable y maravillosos tus relatos. Ay Carmen, cómo se nota que escribes desde el corazón!!
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