Creo que por eso nació este blog, si no, no me explico su existencia. Yo nunca he sido demasiado introvertida, pero tampoco de abrir mi alma al primero que se presenta. (Bueno, he sido más tímida que echada p´alante, a quién voy a engañar). Es cierto que siempre me ha gustado escribir, pero nunca lo he hecho y, después de estos meses, sé con toda seguridad que mi carrera de escritora empieza y termina en este marco en el que lo estoy haciendo: no tengo la imaginación ni el talento ni el empeño de trascender este mini-género que vamos creando entre todos.
Me encanta que me leáis y compartáis conmigo lo que os sugieren mis palabras, pero seguiría bloggeando aún sin recibir ningún tipo de feedback. De hecho, estoy sorprendida de haber recibido noventa visitas desde anoche, cuando instalé el contador; no me esperaba que me leyeráis más que mis siete u ocho habituales.
Sinceramente, tampoco me importan las malas opiniones, los que piensan que escribir este estilo de blog es cursi, ñoño o egocentrista: por supuesto que lo es, ¿qué pasa?, al que no le guste, pues que no mire(ésto va por mi innombrable, que no entiende en absoluto por qué lo hago, pero él puede estar tranquilamente tres horas zappeando sin ver ni un minuto de un programa de la tele porque todos son una m... o ver tres veces seguidas la final del Mundial de fútbol, que no me digáis que tiene mucho argumento).
Y os abro mi alma, sí, pero sólo hasta cierto punto. Hay temas y personas a las que apenas aludo, si os fijáis(aparte del innombrable), o porque son íntimos y una tiene mucha clase, o porque son dolorosos y complicados y nadie sabe cómo puede liarse la historia ni quién acaba leyendo qué. A estas horas de la madrugada se puede ser sincera y os confieso que mi sinceridad a veces se autocensura.
Además, está la parte lúdica de todo ésto. Me lo paso divinamente, hay momentos en los que me siento como una de los Grandes (y aquí estoy aludiendo a mi adorada Almudena). Sueños de grandeza, qué más da, si nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira...No es más que un juego. De chiquita, escribía historietas en papeles y luego hacía aviones con ellos, y los lanzaba a volar desde el sexto piso del bloque de vecinos en donde vivía, y soñaba que alguien los encontraba, los leía y entendía...Quién sabe lo que puede ocurrir, quién sabe quién...
Por el momento, después de escribir esta entrada, apuraré mi taza de infusión de dulces sueños, que sabe a gloria, y rezaré para que Morfeo me bese la frente.
Y vosotros,¿qué tal de los nervios?
Fotos de Cristi Fuentes Montiel.